Cocinar, lavar platos, ollas, limpiar la estufa, quitar la grasa, barrer, trapear, sacar el polvo, tender la(s) cama(s), repetir ropa para no lavar tanto, lavar toallas, sábanas, aspirar, trapear, brillar, barrer y arreglar baños, así se nos va el día en estos tiempos. En esas andamos. La fuerza de las circunstancias nos trajo de vuelta a nuestras casas y nos hemos dado cuenta que en ellas, la vida pasa des-pa-ci-to. Como en Roma, la película de Alfonso Cuarón que se llevó todos los premios Oscar de la Academia, ¿la vieron?. El cotidiano vivir de lo que sucede en nuestros hogares tiene un ritmo distinto al frenesí de las calles. Después de varios días de confinamiento, la rutina hogareña se repite una y otra vez.
Atrapados en el tiempo. Con nosotros mismos. Para muchos se ha convertido en un reto existencial que los ha confrontado con verdades internas que gracias al estar ocupados en las carreras de la vida, se mantenían ocultas en el cuarto de san alejo emocional, como me gusta llamarlo. Pero llegó un momento de crecimiento colectivo forzado y los temas pendientes ya no podían seguir arrumados en el clóset que nunca se abría.
Y entonces la estrategia para mantenerse ocupado y seguir postergando el crecimiento personal, es ponerse a limpiar la casa donde vivimos. Pero qué importante sería hacer también hacer el ejercicio de limpieza con los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos que sabemos tenemos (pero no reconocemos) y que no aportan nada y que por el contrario generan tantos problemas para nosotros mismos y las personas que queremos. Nos pusieron a lavarnos las manos, pero sería importante aprovechar y en la limpiadera externa, restregarnos por dentro, los corazones y la cabeza y no hacernos los locos.
Revisarnos es un acto de amor propio. De ética del cuidado. Consentirnos, observarnos y aprender a disfrutarnos sería una forma de contrarrestar la ansiedad, tristeza o depresión que se produce en este evento extra-ordinario de encontrarnos con nosotros mismos y obligados a permanecer encerrados. Carearse con uno puede ser una fortuna o una gran desgracia. Uno elige. Lo positivo es que lo que hay es información para encontrar alguna herramienta de crecimiento, de las muchas que hay disponibles. Tal vez (y lo admito) en el encierro y el exceso de información en redes, el tema de "conviértete en una mejor persona", se vuelve abrumador.
Porque además de lidiar con la pandemia, el miedo, sus efectos en la economía familiar y personal, nos llegan mensajes por todas partes de no perder el tiempo mientras estamos en casa. Nos estimulan a consumir cursos de marketing digital, meditación (al amanecer, al medio día y en el atardecer), aprender a usar excel, recetas de cocina, aprender yoga, historia del arte, historia de las pandemias, fitness para no salir rodando después de la cuarentena, cómo convertirnos en un líder, rebelarnos y no morir en el intento y un largo etcétera que nos venden en todas las plataformas digitales para que nos reinventemos y le demos la vuelta a la crisis encontrando una oportunidad. Los patrones de consumo están cambiando, porque ya no podemos salir a la calle a comprar, entonces, lo hacemos desde nuestras casas. ¿Tendrá sentido?
Para colmo de males nos dicen que si no aprovechamos este confinamiento y salimos tocando un instrumento, cuatro libros leídos y sabiendo cocinar (a mí me tocó por necesidad hacerlo y puedes leer la historia dando click aquí en Olla Express), entonces no era tiempo lo que nos faltaba ¡sino disciplina!. ¡Give me a break, wüey! Pero entre la lavadera de sábanas, la limpiadera del polvo, las reuniones familiares y de amigos por ZOOM, el homeschooling, el triple de teletrabajo, los ejercicios para no entumecernos, aplaudir a los médicos, las series de Netflix, la oportunidad de ver las de HBO gratis y un largo etcétera, se pasa el día y no se alcanza a leer ni una hoja del libro pendiente, ni a hacer diez minutos del curso gratis de marketing digital en Harvard. La verdad es que a estas alturas muchos nos preguntamos qué será lo que estamos haciendo algo mal, porque en apariencia con todo el tiempo disponible, no nos rinde el tiempo. Todo parece indicar (según las teorías conspirativas) que el exceso de ollas para lavar, sería la nueva estrategia, para mantenernos esclavizados.
Insisto en lo del crecimiento personal. De todas formas, el acelere cotidiano amainó, y hay más espacio para revisarnos. Incluso lavando ollas. Sin agobio. Sin juicios. Sin ser tan exigentes con nosotros mismos. Honrando nuestra historia, pero analizando con objetividad si lo que vivíamos antes de este encierro, era lo que nos hacía felices. O no. También se vale. Porque nos merecemos ser felices y una manera de serlo es lograr la coherencia de los latidos del corazón y los pensamientos. Algunos creen que no vale la pena hacerlo, que ni la felicidad o la capacidad de crecer y de cambiar existen. Yo que soy una optimista sin remedio, creo que sí. Pero ¡ojo! tampoco se trata de salir corriendo y claudicar si algo no está del todo alineado con nuestras expectativas. Las relaciones hay que lucharlas, no dejar tirada a la pareja, ni a los hijos, ni el trabajo. Se trata de tomarnos la vida con un poco más de calma. Conectarnos con el latido de nuestro corazón y por fin, por fin, oírlo.
Tal vez una enseñanza de esta experiencia es que no hay que esperar a que se nos venga el mundo encima para actuar. Muchos ante el desastre le preguntan a la vida con indignación que qué sería lo que hicieron mal para correr con tan "mala suerte", cuando el resultado de no limpiar el cuarto de san alejo emocional, se traduce en experiencias que nos obligan a revisarnos, cambiar y mejorar.
"Lo que no se hace en orden, se termina haciendo en desorden" me decían en estos días. Así que este es un buen tiempo para sacar aprovecho y ordenarnos. Y si no, incluso hasta para aprender el dolce far niete. Es decir, el placer de no hacer nada. Na-da. Sin remordimientos. Sin exigirnos tanto. Ahí en el silencio, siempre llegan muchas pistas y respuestas.
¿Y tú qué has descubierto de tí mismo que puedes mejorar?. Te has preguntado ¿qué vas a extrañar cuando termine la cuarentena?, ¿quieres volver a la forma de vida de antes del encierro?. Si te gustó este post compártelo con tus familiares y amigos. Muchas gracias por llegar hasta acá y por favor no dudes en dejarme un mensaje que me encanta leer cada una de las reflexiones y contestarlas.
¡Productivo encierro, en cualquiera que sea la manera que decidas llevarlo!