Querer es Poder
Yo nací con ganas. Llegué a este mundo con una actitud emprendedora que me motiva y que en mi interior resuena algo así como un permanente: "¿qué hay que hacer?". Obvio no siempre estoy motivada 7/24, a veces me embarga el pesimismo natural de la vida. Pero las ganas están ahí, yacen en mi ADN y si soy sincera, no me cuesta mucho auto-motivarme y darle pa´lante.
Hace un año, viví una de las experiencias más complejas de mi vida, enfrenté el poder del sistema político con Presidente de la República a bordo (la historia la pueden leer en mi post El Día que Ganó Goliat) y terminé denunciando la posible (me toca escribir "posible" porque hasta que la Fiscalía no diga si fue cierto o no, puedo terminar demandada) corrupción en una de las entidades de formación para el trabajo más importantes del gobierno Colombiano, el SENA. Me echaron de mi empleo, me presionaron de manera indebida, me han hecho matoneo en redes sociales, desprestigiaron mi hoja de vida llegando al climax de esta persecusión el día en que el mismísimo Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, dijo en un evento público que yo era una resentida y que lo que había pasado era que me había quedado grande el puesto. Una pesadilla. Pero como después de la tempestad siempre llega la calma, empezaron a aparecer en mi vida oportunidades y nuevos caminos.
El 6 de Noviembre de 2018, salió una encuesta realizada por una de las firmas de más prestigiosas del país preguntándole a la gente que si las elecciones a la Alcaldía de Bogotá fueran al día siguiente que por quién votarían. Para mi gran alegría el 1.8% de los encuestados dijo que por mí. La verdad yo nunca he estado en una encuesta ni participado en una elección de semejante tamaño dado que la Alcaldía de Bogotá es el segundo cargo de la democracia colombiana. Por supuesto salir en esa encuesta me llenó de alegría el corazón porque siempre he creído que cuando uno actúa bien, la vida se encarga de hacer compensaciones positivas utilizando caminos que uno ni siquiera se imagina.
Pero, ¿la Alcadía de Bogotá?
Obvio aparecen los argumentos a favor y en contra. Los que más me han llamado la atención son los que tienen que ver con dos aspectos que hacen parte de la política tradicional en Colombia: el dinero y los respaldos políticos. En nuestro país la gente está acostumbrada a sentir que alguien es importante si tiene dinero y poder, aunque el dinero no se sepa bien de dónde salió y el poder a costa de qué o de quienes. "Eso vale mucha plata", "si no tienes dinero ni lo sueñes", "los políticos de verdad son los que pueden aspirar", “hay muchos pesos pesados en la contienda, tu no tienes fuerza” y un largo etcétera. Y pues sí, para muchas cosas se necesita plata y poder en la vida. Sin embargo, hay otras para lo que la plata y el poder ni siquiera alcanza. Lo que sí es claro es que al estamento no le gusta que aparezcan nuevas opciones, hay un recelo solapado que veta de entrada la aspiración de un ciudadano común y corriente. La gente sencilla, la que camina por la calle, la que hace fila en los mercados, la que oye indignada los escándalos de corrupción y no se imagina ni la mitad de lo que de verdad ocurre y que ni se alcanza a contar en las noticias, fue en extremo solidario. Mi correo electrónico reventó así como los mensajes en mis redes sociales "lánzate, te apoyamos" fue en concreto el mensaje que recibí.
Cualquier emprendimiento requiere tener un principio de realidad irrefutable que haga balance con los sueños del emprendedor. Casi siempre los proyectos nacen pequeños y bien administrados tiene el potencial de crecer hacia horizontes impensables. A mí que me encanta el servicio público, nunca pensé que pudiera salir en una encuesta. Hace 20 años, fui elegida para ser Edil de la localidad de Usaquén. A penas iba en séptimo semestre de Economía y nunca había hecho política electoral. Me tomé unas fotos con un amigo de un amigo, las mandé imprimir en lo que se llama un volante y al lado de mi mamá y muchos compañeros de la universidad me puse a repartir el papelito con mi propuesta de casa en casa, de calle en calle. Con las uñas. Obtuve cerca de 2.500 votos y para mi sorpresa fue la tercera votación de esa localidad que tenía once cupos para el cuerpo colegiado. Trabajé tres años como Edil con mucha dedicación. Me gradué de mi carrera de Economía en 1999 y comencé la de Historia que me demoraría unos años en terminar (hasta el 2002). Luego cuando iba a culminar mi periodo como servidora pública me lancé al Concejo de la ciudad de Bogotá. Votaron por mí cerca de nueve mil personas y me quemé como por 500 votos. Quemarse en colombiano es no salir elegido. Me dio duro. Después de eso pasaron 14 años trabajando en el sector privado hasta que volví a intentarlo como candidata en el Senado en el 2014, donde me quemé de nuevo.
Creo que el intento del Senado fue ingenuo. Hoy en día tengo más que claro que los tiquetes al Congreso de Colombia están más que comprados con muy pocas excepciones. A la gente en este país le gusta la época electoral porque se reparte mucho dinero en efectivo. Cash que sale directamente de las arcas de las entidades del estado y que sirven para "aceitar la maquinaria" como dicen los políticos de manera "técnica" y que no es otra cosa que pagarle a la gente para que el día de las elecciones salga a votar por ellos. Precisamente por no prestarme (entre otras cosas) para aceitar las maquinarias de los congresistas que esperaban hacer campaña electoral en el primer trimestre del año 2018, a punta del presupuesto público de la entidad que dirigía, fue que me despidieron del SENA.
La gran contradicción es que si bien la gente queda contenta por recibir un dinero en un corto periodo de tiempo, no logran entender que lo que reciben después se los quitan los mismos personajes por los que ellos votaron. Esa corrupción es el mecanismo mediante el cual el sistema electoral de una democracia tan cuestionable como la colombiana, se alimenta de unos recursos económicos que producen pocos y que se roban otros pocos, mientras que a los miles y miles de personas que están por fuera de la élite política, económica y social, se quedan viendo cómo los beneficios no les corresponden.
Así que frente al escepticismo de unos y entusiasmo de otros, mi reflexión se concentra en lo que late en mi corazón, que se acelera con la emoción que me produce soñar con la ilusión de poder hacer un buen trabajo por la gente que vive en Bogotá. Los niños, las mujeres que tienen que arrastrar los coches con los bebés al lado de los carros por la falta de andenes, el aire contaminante que nos tiene asfixiados, las posibilidades de emprendimiento y de empleo, el trabajo en las comunidades y con familias para ayudar al fortalecimiento de vínculos afectivos que se traduzcan en crianzas respetuosas con las niñas y niños de la ciudad (los invito a leer mi post Infancias Infelices), movilidad, seguridad, pero sobre todo: ética comprobada y probada en el servicio público.
Es cierto, no tengo familia política, ni primos, ni tíos, ni abuelos, ni papás. No tengo "apellidos", en cambio tampoco tengo respaldo político sino por el contrario dos personajes muy poderosos que no me quieren ni poquito, no tengo estructura ni maquinaria política, pero capacidad profesional, ética personal y sobre todo GANAS. Creo que el mundo se cambia con la ilusión y el trabajo disciplinado de querer lograrlo. Los emprendedores legendarios comenzaron en un garaje, con una Mano adelante y otra Atrás y con la obstinación que los llevó a vencer todos los "no" que les dijeron, los rechazos, los cuestionamientos y hasta las burlas.
Si ellos pudieron, ¿por qué no yo?
¿Qué te pareció este post? Si te gustó compártelo y coméntalo con tus amigos y familiares y déjame tus comentarios ¡aquí en el cuadrito de abajo!