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Arrugas


Van llegando los años. Y con ellos los cambios físicos que evidencia el espejo. La piel ya no está templada, la gravedad es implacable y el cuerpo expresa su historia. A mí me gusta verme en el espejo. Pero como a muchas, por años me costó trabajo aceptar el reflejo que veía. Me criticaba y me gustaba por partes. Pero como con el tiempo no solo cambia el cuerpo sino también la mente, la madurez llega porque llega y el susto del reflejo de antes, se convierte en una sonrisa. Además confieso que ya me resigné a recibir las canas y empezando el año decidí cambiarme el color del pelo. ¡Qué diablos! me dije, esto es lo que hay porque la verdad es que me demoro más en el proceso de pintármelo que las canas en aparecer.

Nunca he ido a que me pongan botox. No sé si lo haga. Me da miedo perder la verdadera expresión de mis gestos o tal vez lo que pasa que soy muy provinciana. Me da terror quedar como Madonna o tanta mujer que a punta de inyectarse se deforma la cara. Hay que aceptar el tiempo con dignidad. Entre terminar hinchada con químicos, prefiero acabar arrugada. Pero eso no implica no cuidarse. Usar cremitas para hidratar, protegerse del sol, hacer ejercicio, tomar agua (mucha), untarse una que otra mascarilla de vez en cuando, cuidar la dieta y tratar sobre todo de tener una vida tranquila. Y por tranquila me refiero a estar en paz con lo que hay. Lo bueno, lo malo y lo feo, para dejar de batallar con el pasado que no aconteció y construir un presente armónico. Pero la que se quiera poner botox o lo que exista, siempre no le haga daño, está en la libertad absoluta de hacerlo.

Lo bueno de las arrugas es que traen sabiduría. Las bobadas de la juventud van quedando atrás. Tengo una gran amiga que insiste en decirnos que ella se siente como de veinte. Y tiene razón, en estos 43-44-45 años en los que andamos estamos vitales, activas, con ganas de seguir y sobre todo, ¡LIBRES!. Antes una cuarentona se veía muy mayor. Hoy en día y gracias a los mujeronones como Jennifer Aniston, Julia Roberts o Sofía Vergara, la juventud dejó de ser exclusiva de las mujeres menores de treinta (o veinte). La sabiduría les decía, que llega de la mano con las canas y las arrugas, permite vivir con serenidad. Incluso los cambios físicos. Eso no significa que no haya problemas, pero sí una demanda del alma a aprender a asumirlos con madurez. Y con alegría también.

Así que en lugar de añorar con nostalgia el colágeno que antes nos mostraba cachetonas en las fotos, hay que buscar más momentos para soltar carcajadas. Reírnos a reventar de los problemas, buscarle el quite a la tristeza y encontrar la manera de hacer las pases con el pasado. Liberarse y rebelarse con causa y propósito. Hay que entender que cada uno ha hecho lo mejor con lo que tenía, y que siempre existe la posibilidad cambiar y mejorar. Solo basta decidirse. Este mundo necesita más mujeres auténticas, serenas y equilibradas. Eso es lo que les puedo decir a pocos días de cumplir 44 años. Si, seamos felices con nuestras canas, gordos y arrugas. ¡Qué diablos!.

¡Si te gustó déjame un comentario! Compártelo con tus familiares y amigos y como siempre muchas gracias por pasar y leerme.


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